domingo, 20 de enero de 2008

La Silla del Director

Carrie: litros de hemoglobina
Por Carlos Manuel Cruz Meza


Como si fuese el titular de un periódico amarillista, de Carrie, cinta basada en la novela homónima de Stephen King, podríamos decir: “¡ESCALOFRIANTE CASO DE UNA JOVEN INSIGNIFICANTE QUE SE TRANSFORMÓ EN UN SER DE ANORMALES PODERES, SEMBRANDO EL TERROR EN SU CIUDAD!” Con un buen pulso para mantener la ansiedad a través de toda la cinta, Brian de Palma nos hace compenetrarnos con la atormentada adolescencia de Carrie White, y logra envolvernos en una atmósfera sobrecogedora cuando la muchacha avanza en una serie de macabros descubrimientos sobre sí misma y sobre su relación con los demás, hasta llegar al terrible momento de la venganza.

Carrie es una jovencita fea e insegura que constantemente sufre las burlas de sus compañeros del instituto. Además, su madre es una fanática religiosa, que la obliga a rezar constantemente y no le permite tener amigos, mucho menos salir de casa. Pero Carrie comienza a darse cuenta de que posee un don especial, la telequinesis. Poco antes del baile de fin de curso, uno de los jóvenes la invita a acompañarlo. Carrie acepta, pese a la negativa de su madre, y de esa forma sella el destino de todo el pueblo.

El filme sirve de trampolín tanto a Brian De Palma como a Sissy Spacek (que sería nominada al Oscar por su papel en la película). Ante todo, el encanto de una obra como esta es mostrarnos en Carrie una metáfora de nuestras propias miserias. Carrie White es el ejemplo de una persona a quien todos desprecian, que carece de atractivos, que representa todo lo que la sociedad deplora: la insignificancia y la mediocridad. Su historia arranca con la sangre en el baño y termina con el baño de sangre. De la menstruación a la broma con sangre de cerdo en el baile, de la matanza de los estudiantes al matricidio ante un crucifijo patético.

Carrie es grisacea y por eso todos la humillan; en el fondo, ella siente ser merecedora de todo el maltrato, porque también es despectiva hacia sí misma. Pero, y a diferencia de la vida real, le llega el momento de vengarse y demostrar, a sangre y fuego, que es una persona especial. De esa manera, el sueño del sojuzgado es convertirse en verdugo, en semejarse a a su opresor y transformarse en él. Es una situación semejante a la de Clark Kent y Luisa Lane, donde ella desprecia al reportero pero ama al superhéroe. De esa manera, la cinta toca la fibra de los losers y los freaks del mundo, que sienten en Carrie la personificación de sus ilusas ansias de revancha.