sábado, 31 de agosto de 2013

DUMONT/ LA REDENCIÓN DIFERIDA
 
Por: Juan José González Mejía/
 

Fuera de satán (Hors satan)/ Francia- 2011, de Bruno Dumont. En una entrevista el director Bruno Dumont dijo que “hay una alternativa posible a la religión”, y nada más justo para acotar su filme Fuera de satán donde el tema al parecer más caro del autor de La vida de Jesús/ 1997 y Hadewijch/ 2009, la espiritualidad sometida al vaivén de un realismo anti doctrinario, adquiere tonalidades de épica subjetiva contemplativa.


             

      Sin puntualizaciones estériles que estigmaticen los perfiles de los personajes, Dumont va directo al asunto: un hombre/ David Dewaele, que puede encarnar los polos de cualquier moral y ética religiosa, lo mismo admite una lectura de salvador que hace milagros o de demonio justificado ampliamente en el título del filme.


    Como si en una licuadora sicológica metiéramos el cine de Jodorowsky (en especial el Topo/ 1969), Terrence Malik (el de Mundos bajos/ 1973 y el Árbol de la vida/ 2010) y la parsimonia nihilista del Carlos Reygadas de Luz silenciosa/ 2007, Fuera de Satán se presenta como un ejercicio fílmico poético que exuda un agradecible cine pedante con extrapolaciones filosóficas que no bucean en el vacío; es decir, Dumont alista convincentemente su justiciero asesino y a su pequeña saltamontes entre punk y emo proto mística/ Alexandre Lematre, en un viaje más que existencialista de búsqueda cosmogónica: la sexualidad que se estira, estalla (cuando el hombre mata al padrastro de la chava) y se reprime (el hombre rechaza a la joven), el paisaje de la comunidad al norte de Francia, cerca del Canal de Mancha como edén con puertas abiertas a un infierno terrenal inquietante y una narración en línea recta hacia un camino que desemboca en una auto expiación anhelada.

   Dumont no requiere de la musicalidad coral para ejecutar su filme anti rapsódico, sino de los silencios de la naturaleza; el viento, la tierra, una taza de café o unos dedos tocando pan bastan para hacer insoportable una sinfonía maldita de acciones que transgreden conciencias más que ideologías. Aunque en sus declaraciones a la prensa (por eso siempre he sostenido que el director nunca debería hablar más de su filme una vez concluido) Dumont ha dicho que la religión sigue siendo un opio que debe ser erradicado, lo cierto es que debería ajustarse a lo que parece irrebatible: en la obra misma está la crítica.

  Si lo hierático sirve para explayar la ambigüedad de actos crueles (la mujer del guardia) o insólitos (la joven caminando sobre las aguas), ¿dónde queda la obtención de una posible culpa o redención? Estamos, entonces, ante una cinta libérrima de ataduras del pensamiento que pende de hilos de instintos, represiones y divagaciones atemporales suculentas para el cinéfilo atento…
 

miércoles, 21 de agosto de 2013

EL HORROR DE LOS BALCANES

Por: Juan José González Mejía/



La guerra de los Balcanes en la década de los noventa ha tenido en el cineasta Emir Kusturica a un (in) voluntario cronista de sus desgracias. Así, en Había una vez un país (Underground/ 1993 y La vida es un milagro/ 2003, Kusturica plantea miradas extravagantes, desordenadas, vehementes, sí, pero próximas al conflicto que cimbró y causó la desintegración de Yugoslavia.


         Así, se suma a la visión digamos de los Balcanes a través del cine una cinta que tiene corrida comercial en nuestro país en DVD: Vértigo/ Francia- 2009, del debutante Abel Ferry, la cual aporta algo inquietante: el horror (al estilo del Corazón de las tinieblas, de Conrad) es una de las herencias inhumanas de la guerra (la historia de un grupo de chavos montañistas en Croacia que se topan con un sicópata que ha vivido desde pequeño en los Balcanes es muy original).
    Aunque llama la atención que sean dos mujeres cineastas las que hayan buceado por el fango de un tema abominable: la violación masiva de mujeres durante la guerra de los Balcanes. Así, Isabel Coixet dio su versión intimista y punzantemente sugerente en La vida secreta de las palabras/ 2005 y ahora Jasmila Zbanic plasma en Grbavica, la revelación de Sara/ 2005 la vida de una mujer que le oculta a su hija la verdad sobre su padre y su propio pasado.
       Esma/ Mirjana Karanovic tiene en Sara/ Luna Mijovic a su única hija y al amor de su vida.
        La vida en el barrio de Grbavica, en Sarajevo, no es del todo normal sin embargo sus habitantes intentan ponerle fin a sus recuerdos dolientes de guerra.
        Un viaje del colegio de Sara hará que empiece la tormenta para Esma. Sara requiere un certificado de defunción de su padre para comprobar que murió como “shahid”, especie de mártir de guerra y de este modo pagar menos por dicho viaje.
         La directora Jasmila Zbanic se pone, sin duda, al lado de sus personajes (al igual que el finlandés Aki Kaurisimaki) para darles un bienvenido abrazo a Esma y a Sara y mostrar al espectador las posibilidades humanas de su relato fílmico.
       El ambiente donde Sara convive le irá siendo ajeno sin la verdad revelada sobre su padre. Mientras Esma entenderá que tarde o temprano su pasado saldrá a flote.
   “Lo único que modifica el pasado es el arrepentimiento”, dijo Juan José Arreola a Jorge Luis Borges en una célebre entrevista entre ambos literatos, pero adjudicándole dicha frase a Oscar Wilde.
       En Grbavica, la revelación de Sara el pasado (terrible, inhumano) para miles de mujeres musulmanas no se intenta modificarlo sino revisitarlo para mostrar el trauma que convive con los hijos de las víctimas…