lunes, 29 de octubre de 2007

domingo, 28 de octubre de 2007

Churros y Chocolate

El Búfalo de la Noche

Por Remus LePerito


Las películas piratas no se ven tan mal.

Un día, Samantha y Daniela le preguntaron a su mamá qué les estaba enseñando a sus hijas y ella sin dudarlo les contestó: “¡A ahorrar!”.

Y sí, los sellos originales tranzan mucho. Si calculamos que producir un devedé sale como en tres pesos o menos al mayoreo y te lo venden a doscientos, alguien está especulando. Lanzar las películas a precios más reales ayudaría mucho a la industria y a los consumidores, pues como diría el viejo Ford (el de los coches, no el de las películas), si vendes más barato vendes más y ganas más. No percibimos tanto pero nos cobran más que en el primer mundo por las películas, por los discos y por la vida. Pero existen los míticos héroes de pata de palo y parche en el ojo, aquellos piratas que les roban a los ricos para darnos más baras a los pobres. Igual tendrán sus mafias, pero hacen un bien a la sociedad. Hay que saber comprar, hay que conocer a un honesto pirata que nos advierta si la película se ve bien, si es clon del original o si está tomada del cine y se escuchan las risas y se ve pasar al gordo que llegó tarde o a los chamacos que corren alrededor de la sala y dan brincos a la pantalla o a los técnicos que en media película se meten a arreglar algo tras la pantalla poniendo una incómoda luz que le da en la torre a la imagen. O si fue grabada de la tele. Los devedés piratas que valen la pena son los clonados que vienen con menú y toda la cosa y salen, dependiendo de su distribuidor, de diez a cuarenta pesos e incluso a cincuenta. Las más caras son las de “arte”, porque son difíciles de conseguir, pero ya hay locales especializados que se portan decentes y las dan al mismo precio que las demás. En estos casos vale la pena buscarlas primero a la renta para copiarlas uno mismo.
La piratería representa realmente el gusto mexicano, un cineasta cuya película llegue a las calles, debería sentirse más que orgulloso al ser como el verdadero premio del público, pues no a cualquiera lo pelan; es algo más democrático que el Ariel, para el cual sólo votan los miembros de la Academia y los premiados recientes en lugar de incluir a representantes de diversos sectores de la sociedad como médicos, arquitectos, intelectuales, científicos, etcétera.
El otro día fui al cine con una nena a ver el Búfalo de la Noche de Jorge Hernández Aldana. Como ella no llevaba su credencial de elector no la dejaron entrar y tuvimos que regresar al día siguiente. Así que en realidad la vimos el domingo en la mañana en una sala casi vacía, de lujo para nosotros. Al verla me di cuenta del por qué se pusieron tan estrictos: temían que una chavita viese el pizarrín de Diego Luna en las múltiples escenas sexuales.
La película, escrita y producida por Guillermo Arriaga, narra la historia de Manuel, un cabroncito que se echa a Tania, la novia de Gregorio, su mejor amigo, mientras éste es internado en el psiquiátrico. Y luego, se tira a Margarita, la hermana de su cuate, jugando con las emociones de ambas. Tania, por su lado, cuando oficializa su relación con Manuel, sigue teniendo onda con Gregorio aunque aparenta estar obsesionada por Manuel.
Manuel llega a casa de Gregorio. Se siente una atmósfera densa. Los padres lo miran de manera perturbada y Margarita lo recibe incómoda. Gregorio lo saluda frío y rompe esa distancia con un fuerte abrazo. Le dice que los psiquiatras lo dieron de alta, que según, está curado. Luego, Gregorio se suicida. Margarita le da a Manuel una cajita que le dejó el difunto. Cajita con fotos y papeles con versos escritos por Tania para Gregorio. Y eso comienza a hacerle ruido en la cabeza. Recuerda cuando Gregorio sentía que varias tijerillas entraban a su cuerpo y que un búfalo nocturno lo acechaba anunciando la muerte de uno de ellos. Manuel comienza a recibir notas amenazantes de Jacinto, un amigo de Gregorio, quien asegura que su finado amigo le pidió que cuide a Tania y le advierte que el búfalo de la noche volverá por él.
Un complejo drama con una buena dosis de sexXxo. Diego con Liz. Diego con Irene. Diego con Camila. Liz con Gabriel. Todos contra todos. Algunas escenas fuertes que espantarían a las mamás de las chiquillas, pero no a todas las chiquillas, como cuando Manuel se va en el coche con Margarita y tratan de fornicar. Él no puede, quién sabe por qué, sería muy jalado creer que porque ama a Tania, pues no es la primera vez que se va con Margarita, quien se lleva a la boca su enorme cosa, es decir, la prótesis del miembro de Diego Luna. Poco a poco, el cine mexicano se va atreviendo a mostrar imágenes más explícitas; aún no hay algo tan fuerte como El imperio de los sentidos o Baise Moi (Viólame), pero ya se va anunciando. Siento que todavía los destellos sexuales están puestos con un afán de escandalizar y no como elementos estéticos, pero ya se irán integrando a la funcionalidad de contar una historia.
Héctor Ortega, el director de fotografía, pocas veces encuadra bien: suele poner a los personajes al centro del cuadro como cuando nos vamos de viaje y le pedimos a algún transeúnte que nos tome una foto. Sin embargo, hay algunos planos bien logrados en los cuales los personajes son situados al extremo. Le hubiera venido muy bien a esta película tener a un Everardo González (Los ladrones viejos, La canción del pulque, Tiempo Real) o un Martín Boege (Noticias lejanas, El violín, Espérame en otro mundo) a cargo de la imagen. Aunque por supuesto, la responsabilidad del encuadre es del director, pues el trabajo de este fotógrafo luce más en De la calle, aunque con varias sobre-exposiciones y charolazos.
Los personajes son muy complicados sin llegar a ser profundos. Actúan sin justificación clara. Esto es más notorio en Tania, que de repente aparenta estar obsesionada con Manuel, pero se sigue enredando con Gregorio y hasta pareciera que tiene algo con Jacinto, pues ella llega a denunciar a Manuel a la policía posiblemente presionada por éste. Son aspectos elementales que el espectador no tendría que analizar por sí mismo para preocuparse más por otros símbolos.
Todas las actuaciones están a un muy buen nivel: Gabriel González parece de verdad un pinche loco; Diego Luna, un cabroncito perturbado; Liz Gallardo, una cabroncita conflictuada y conflictiva; Irene Azuela, una chava desasosegada; Walther Cantú, un hijo de influyente gordo; Emilio Echevarría, un judicial maldito... un buen reparto que tiene el mérito de estar integrado por actores que no están muy vistos en el cine, salvo, por supuesto, el jefe Diego, que en verdad se enfrenta a un buen papel con seriedad y sacrificio: en las escenas del pasado se ve rebosante y jovial, mientras que en el presente, flaco, huesudo y acabado. A la altura de cualquier buen actor (Christian Bale, Robert De Niro, Charlize Theron, Klaus Kinski), Diego pone su cuerpo al servicio de la historia, cosa que no había visto en el cine mexicano donde los que son gordos hacen papeles de gordos y los que son flacos hacen papeles de flacos.
Quien sale sobrando es Camila Sodi, aunque resulte difícil pensar que ella sobraría alguna vez. Más bien, su personaje está de más, su pequeña escena da la sensación de que fue hecha nomás para tener su nombre en el póster. Quizás escribieron su parte cuando surgió la posibilidad de que ella entrase a la película, pues no está conectada con la historia y sólo quien haya leído la novela podrá decir si allí aparece. De repente, Manuel le llama y le dice que es importante verla porque se murió Gregorio. Ella se deshace de su novio y este cuate entra y le pide que se desnude. Allí me imagino a Arriaga poniendo la carita del gatito de Shrek, diciéndole: “órale m’hija, encuérate Camilita, no seas malita…” Ella lo hace, cosa que se les agradece a los realizadores aunque sea gratuito, y él se queda dormido en sus piernas. No pasa, ni se dice, ni se desarrolla nada importante. Un poquito de coco y se podría haber convertido esta participación en algo funcional para la historia y no sólo para la taquilla. Si comercialmente era importante tenerla en el reparto, podría haber interpretado muy bien al personaje de Margarita, que iba bien para su tipo, aunque Irene Azuela lo hace bastante bien. Me pregunto si desnudarla así nomás habrá sido morbo del guionista o del director. Me recordó a Más allá de las nubes de Michelangelo Antonioni, en la que el mérito mayor del viejito fue quitarles la ropa a las actrices más bellas del cine europeo contemporáneo.





camila sodi desnuda - Starmedia PAN
camila sodi desnuda - Starmedia PAN

camila sodi desnuda - Starmedia PAN
primer desnudo filmico de la sobrina de talia (luego lo subo de mayor calidad, de mientras aprecienle el peluchin)


La música está de lujo: ¡nada menos que The Mars Volta! quienes, según mi chiquita: “invaden la cinta con brillantes acordes y ambientes por donde se arrastran extrañas criaturas nocturnas; las melodías evocan ciertas imágenes abstractas que sirven perfectamente para completar a las visuales” no haciendo sentir la necesidad de un diseño sonoro más complejo. Se extraña quizás una rola cantada por su líder Omar Rodríguez-López, aunque bueno, la película tiene una canción cantada por Alejandro Fernández y compuesta por Alex Syntek que se escucha en la radio y tiene el verso un tanto cursi pero funcional que Tania le escribió a Gregorio. La canción original se hubiera podido explotar un poco más para envolvernos de ella y salir del cine con la tonadita repitiéndose en la cabeza, aunque acá entre nos, si yo tuviese a The Mars Volta en el soundtrack, no dudaría en pedirles a ellos que se echen la rola con el verso.
Usualmente, las películas empiezan con el nombre del director, diciendo “una película de…” reconociendo que el director es el autor del filme. Algunas cintas ya ni siquiera lo acreditan como director, pues se da por entendido una vez que se señaló de quién es. En este caso, este letrero subraya “una película dirigida por” denotando allí la mano poderosa del productor-escritor. Posteriormente aparece el título y bajo el mismo se señala: “de la novela de Guillermo Arriaga”. Este crédito se duplica más adelante al aparecer el del guión en el lugar en el que corresponde, señalando que está basada en dicha novela de dicho autor otra vez. En los pósters es más agresivo pues de plano aparece: “El búfalo de la noche de Guillermo Arriaga” en enormes mayúsculas y arribita, letras minúsculas más chicas y casi casi en el póster de junto: “dirigida por…” Demasiado ego, quizás. O continuación de la campaña que ha tenido este guionista para auto-resaltarse como creador de los filmes que escribe.
Se trata de una buena película comercial. No es el mejor guión de Arriaga, no supera a 21 gramos ni a Los tres entierros de Melquíades Estrada, pero sí se pone casi al nivel de Amores perros y Babel, aventajándolas en algunas cosas, pues El búfalo de la noche no resbala en el melodrama. Si la edición especial del devedé incluye un póster desplegable tridimensional de la Sodi, seguro que me compro el original, siempre y cuando no se pasen de lanza con el precio. No hace mucha falta verla en la pantalla grande, se pueden esperar a rentarla o a que su distribuidor callejero se las venda bien clonada, ora sí que el original-pirata con supremo control de calidad.
Procedemos a entregar los codiciados Churritos a El búfalo de la noche:
Guión: 4 churritos.
Producción: 5 churritos.
Dirección: 3 churritos.
Fotografía: 2 churritos.
Sonido: 4 churritos.
Música: 5 churritos.
Edición: 3 churritos.
Actuaciones: 5 churritos.