domingo, 28 de diciembre de 2008

Churros y Chocolate

Western vivo y otra jalada
Por Remus LePerito

Acabo de ver Sukiyaki Western Django
¡Qué mamada, cine mío!

Una ensalada con ingredientes de
sushi y spaghetti mal combinados y condimentados. La primera debilidad es de origen: Takashi Miike, respaldado por Quentin Tarantino, tomó una historia muy vista en la grande y mágica pantalla: la obra maestra Yojimbo de Kurosawa que posteriormente llevó al oeste Sergio Leone en A Fistful of Dollars (Por un puñado de dólares) y más tarde, Walter Hill pasándola a un ambiente gangsteril ya de una manera débil en Last Man Standing. Cuando has visto tantas veces la misma historia, y has repetido varias más cada versión, difícilmente te atrapa una nueva si carece de maestría.

Y es lo que le pasa a
Takashi Miike, director seguido por un sinnúmero de fans adolescentes, pero que no ofrece más que exageraciones y demostraciones técnicas, cual fuegos artificiales, sin profundizar en sus personajes y tramas. Alguien que ha dirigido alrededor de 80 películas, haciendo una tras otra y una tras otra, no puede entregar sus entrañas y su alma a cada una, sino más bien, apresurarse a terminarla para hacer la que sigue.


La historia se cuenta así: un vaquero llega a un pueblo dividido por dos bandas y él va de una a otra y al final pelea contra ambas. Aunque en este caso, le meten como de a
güevo, elementos de otras cintas entre las que destaca Django, aunque muy mal aprovechado. En el original, el vaquero Django camina arrastrando un ataúd el cual, en un momento de peligro, abre y extrae de él una ametralladora con la que fulmina a una multitud de malvados. En ésta, el vaquero no lleva el ataúd, sino una de las bandas, que lo va arrastrando con un carruaje en el que cabría perfectamente el arma y lo destapan en un momento innecesario. Se arruina así la sorpresa y se desgasta un buen elemento, así como se desaprovecha la estética del western no usando un ingrediente tan característico como el sombrero en ninguna de las pandillas, cosa que resultaría de gran impacto para la imagen, ver a dos grupos de forajidos aproximándose en la calle polvorienta portando sombreros.


Y sólo comentaré una debilidad más que me tiene inquieto: el personaje de la vieja de cuyo nombre no puedo acordarme, que aparte de ser la madre de un cuate que acribillaron y cuyo hijo y esposa subsisten, resulta un as en el manejo de la pistola, legendaria vaquera y que solita podría haber acabado con todos los malhechores sin necesidad de que llegase otro héroe al pueblo.

Lo que me jaló a verla hasta el final fue el manejo de la imagen, mérito de
Toyomichi Kurita, quien ha fotografiado cintas de Nagisha Oshima y Robert Altman, nada menos. Sus encuadres son en verdad magistrales y peculiares, dignos de un buen western, ojalá un día tenga la oportunidad de hacer uno de verdad.

La película ofrece una gama de colores muy atractiva, aunque muy variada y artificial, pues siendo las dos bandas roja y blanca, el tratamiento del color no se concentra en estos, sino que explota el amarillo y pasea por otras tonalidades como el verde y el azul.

El
western, uno de los géneros más antiguos del cine, va despertando y poco a poco aparecen nuevas propuestas; algunas de ellas geniales y nuevas, entre las que puedo mencionar la australiana The Proposition (La propuesta) y Seraphin Falls (Duelo de asesinos, ¡pinche título en español! nada que ver ni con el original ni con la historia).

En
The Proposition, el director John Hillcoat cuenta una historia ambientada en Australia en una época paralela al lejano oeste, aprovechando personajes y elementos de ese lugar, incluyendo a los aborígenes y sus creencias, que piensan que el villano se ha convertido en un perro.


Un miembro de una banda familiar,
Guy Pierce, es atrapado después de una poderosa balacera y, a cambio de la vida de su cobarde hermano menor, acepta ir tras su desquiciado hermano mayor, Danny Huston, para matarlo. El guión es genial, las actuaciones son geniales, la fotografía es genial… y es un western genial sin lugar a dudas, cuyos personajes matizan una atmósfera conradiana, especialmente, el villano, que siempre admirado y conmovido, observa el atardecer y hace comentarios profundos y poéticos.

Seraphin Falls de David Von Ancken es muy diferente. Siendo una historia de persecución, juega con elementos mágicos que le dan un sentido peculiar y profundo a la película.


Si bien, no es un "duelo de asesinos", es un duelo de actuaciones, pues tanto
Pierce Brosnan como Liam Neeson dan lo mejor de sí en cada momento no dejando caer a la historia ni un segundo ofreciéndonos un filme rotundo y convincente. El primero nos hace sentir un sufrimiento tan verdadero que pocas veces en el cine hemos visto. Las apariciones de un indio que cuida un pozo de agua en el desierto, y de una enigmática Angelica Huston que provee a los personajes principales de lo necesario para matarse, entregan una dimensión a la cinta que va más allá del género.

Afortunadamente, ninguna de estos filmes cae en la moda reciente del
western de poner a los vaqueros con sombreritos minúsculos que no los protegen del terrible y sofocante sol, como en la larga y aburrida The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, o 3:10 to Yuma, donde uno se preocupa más por el cáncer de piel que van a recibir los cowboys, que por la trama.

En resumen, hasta ese western de zombies que vi hace unos meses con el Muppet, Pau, Roycito y aquella perversa mujercita conocida como Lady Vengance titulado Undead or Alive es muy superior a esta jaladita japonesa de Miike, que tuvo en sus manos todos los recursos para hacer una película de vaqueros peculiar.

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