DUMONT/
LA REDENCIÓN DIFERIDA
Por: Juan
José González Mejía/
Fuera de satán (Hors satan)/ Francia- 2011, de Bruno Dumont. En una
entrevista el director Bruno Dumont dijo que “hay una alternativa posible a la
religión”, y nada más justo para acotar su filme Fuera de satán donde el
tema al parecer más caro del autor de La vida de Jesús/ 1997 y Hadewijch/
2009, la espiritualidad sometida al vaivén de un realismo anti doctrinario,
adquiere tonalidades de épica subjetiva contemplativa.
Sin puntualizaciones estériles que estigmaticen los
perfiles de los personajes, Dumont va directo al asunto: un hombre/ David
Dewaele, que puede encarnar los polos de cualquier moral y ética religiosa, lo
mismo admite una lectura de salvador que hace milagros o de demonio justificado
ampliamente en el título del filme.
Como si en una licuadora sicológica metiéramos el cine
de Jodorowsky (en especial el Topo/ 1969), Terrence Malik (el de Mundos
bajos/ 1973 y el Árbol de la vida/ 2010) y la parsimonia nihilista
del Carlos Reygadas de Luz silenciosa/ 2007, Fuera de Satán se
presenta como un ejercicio fílmico poético que exuda un agradecible cine
pedante con extrapolaciones filosóficas que no bucean en el vacío; es decir, Dumont
alista convincentemente su justiciero asesino y a su pequeña saltamontes entre
punk y emo proto mística/ Alexandre Lematre, en un viaje más que
existencialista de búsqueda cosmogónica: la sexualidad que se estira, estalla
(cuando el hombre mata al padrastro de la chava) y se reprime (el hombre
rechaza a la joven), el paisaje de la comunidad al norte de Francia, cerca del
Canal de Mancha como edén con puertas abiertas a un infierno terrenal
inquietante y una narración en línea recta hacia un camino que
desemboca en una auto expiación anhelada.
Dumont no requiere de la musicalidad coral para
ejecutar su filme anti rapsódico, sino de los silencios de la naturaleza; el
viento, la tierra, una taza de café o unos dedos tocando pan bastan para hacer
insoportable una sinfonía maldita de acciones que transgreden conciencias más
que ideologías. Aunque en sus declaraciones a la prensa (por eso
siempre he sostenido que el director nunca debería hablar más de su filme una
vez concluido) Dumont ha dicho que la religión sigue siendo un opio que debe
ser erradicado, lo cierto es que debería ajustarse a lo que parece irrebatible:
en la obra misma está la crítica.
Si lo hierático sirve para explayar la ambigüedad de
actos crueles (la mujer del guardia) o insólitos (la joven caminando sobre las
aguas), ¿dónde queda la obtención de una posible culpa o redención? Estamos,
entonces, ante una cinta libérrima de ataduras del pensamiento que pende de
hilos de instintos, represiones y divagaciones atemporales suculentas para el cinéfilo
atento…
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