Escrito con Sangre
Un crimen atroz, 38 testigos, ninguna ayuda
por Giancarla de Quiroga
Escrito con sangre, (2011) película inspirada en un hecho real con guión
de Carlos Manuel Cruz Meza, dirigida por Fabrizio Prada, ganó el Primer Premio
en el Yellow Fever Independent Film Festival de Belfast (Irlanda del Norte)
en septiembre de 2011.
La película presenta a Gabriel (Carlos Ortega), un periodista maduro, que
con la colaboración de Nina (Mariana Peñalva), su ex amiga sentimental, fotógrafa periodística, intenta
reconstruir el asesinato de una joven que fue apuñalada y violada,
presumiblemente por un parroquiano del bar donde ella trabajaba.
Kitty (Cecilia Cósero), la víctima, una mujer triste y solitaria, acababa
de terminar la relación con su novia, circunstancia que otorga al crimen y a
las reacciones de varias personas -38 para ser precisos- una dimensión
especial.
En la tarea de reconstrucción, Gabriel realiza una
serie de entrevistas a estos testigos no necesariamente presenciales, -algunos
podrían ser definidos de auditivos- que en mayor o menor medida se enteran del
hecho criminal mientras estaba en proceso; unos escuchan los gritos aterradores
de la víctima, otros vislumbran por la ventana el cuerpo de la mujer vejada, en
tanto algunos lo ven de cerca y pasan de largo. La reacción criminal involucra
a todos los testigos.
Entre los vecinos que oyeron gritar a la mujer y pedir
auxilio, uno declara que no llamó a la policía porque no quería involucrarse en
cosas que no le importaban. En cambio, otro llamó a la policía, pero aumentó el
volumen de la música que estaba escuchando para que sofocara los gritos de la
víctima. Otro vecino que estaba paseando a su perro, se preocupó más del perro
que de la mujer y dejó que éste lamiera la sangre de la víctima. Una joven que estaba
en el motel con su amigo –indeseable por cierto- disculpa la omisión diciendo
que si hubiese denunciado el crimen, su madre se hubiese enterado de dónde y
con quién se encontraba. Un loco se atribuye el crimen, pero evidentemente, no
es el autor. Un entrevistado sostiene: “Todos somos monstruos” Finalmente,
cuando Gabriel se entrevista con un sacerdote, éste declara : “los misterios
del mal son insondables”.
La película, magistralmente dirigida por Fabrizio
Prada, toca un conflicto ético: la omisión. Pero cabe la pregunta: ¿cuáles son
los móviles de la omisión? Apatía, indiferencia, cobardía, falta de solidaridad
humana, incapacidad de identificarse con el otro, en suma, falta de compasión,
-en sentido etimológico: sufrir con -sentir lo que experimenta el otro, ponerse
en su lugar.
Patricia, feminista amiga de Gabriel, afirma que “todos
tienen algo oscuro” y aventura la hipótesis de que se trata de un “crimen de
odio” y la reacción generalizada se debe a que Kity es mujer y es lesbiana.
¿Por qué nadie acudió en su ayuda? En la película se
menciona que en Psicología esa apatía, esa indiferencia y falta de solidaridad
se denomina “síndrome del espectador”, nadie reacciona porque en el fondo todos
piensan que la víctima se lo merecía. Existe una negación del afecto y la
incapacidad de identificarse con la víctima.
El mismo periodista, cuando da un paseo con su hija, se
enfrenta con sus recuerdos, se trata de una alusión, pero el espectador atento puede
captar el mensaje: tal vez Gabriel se pregunta si hubiese podido evitar el
suicidio de su esposa. Quizá él también incurrió en una omisión que desencadenó
el desenlace fatal. Ese episodio, apenas esbozado, simbólicamente nos haría concluir
que todos, en alguna ocasión, no medimos las consecuencias que puede tener una
omisión y esta podría ser la moraleja de la película.
Finalmente, se captura al asesino de Kity (Al Castillo), esposo
intachable y padre ejemplar, y cuando se le pregunta por qué cometió el crimen,
responde: “Sólo fue el deseo de matar a una mujer”. El hecho de que el informe
declare que estaba mentalmente sano, suena poco convincente, sin embargo, es
otra aberración, esta vez de la justicia. Nadie se libra, el sistema judicial
también es monstruoso.
Escrito con sangre me recordó un cuento –cuyo autor no recuerdo-
titulado El capanga. Describe la trágica travesía nocturna de un hombre
amarrado a un tronco, lanzado a la deriva a un río caudaloso -¿justicia comunitaria
tal vez?- que al aproximarse a un poblado espera con desesperación que alguien
lo vea y lo socorra. Efectivamente, al amanecer dos hombres lo vislumbran, uno
se compadece de él y se apresta a conducirlo a la orilla para auxiliarlo, pero
el otro lo detiene diciendo; “Si está así, por algo será”.
Hobbes sostenía que el hombre es un ser movido por el
deseo y por el temor, “el hombre es lobo para el hombre” y esta película
muestra cuán acertado estaba. Todos están perneados de la “mala fe” sartreana.
Pudieron elegir entre la denuncia y la ayuda solidaria, pero al no elegir -la
omisión- ya estaban eligiendo el destino trágico de Kitty.
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