la insoportable búsqueda de la felicidad
Por Carlos Manuel Cruz Meza

Belleza americana es una ácida crítica del sueño americano, donde con mirada sarcástica y desesperanzada se presenta a una familia burguesa de los suburbios de Estados Unidos, compuesta por un matrimonio desavenido y una confundida hija adolescente.
Dirigida por Sam Méndez y enmarcada en el cine independiente norteamericano, extrañamente acaparó los principales Óscares hace años. A la película no le falta nada: ni estética, ni contenido. Méndez expone, con notable virtuosismo, las modas derivadas; la mujer objeto, feroz militante de la autodisciplina del éxito; la pérdida del liderazgo masculino, y la contracara de un bucólico vecindario. La trama pone de manifiesto la hegemonía de las apariencias, carentes de sentido existencial; y más aún, carentes de afecto. En este "hogar, dulce hogar", sólo subsiste un vestigio iluminado de cariño cotidiano, acartonado por la rutina y las apariencias. Las riendas de la casa y de la familia no las lleva ni el padre, ni la hija, ni la mujer, sino las circunstancias que transforman a los personajes en esclavos de sí mismos, sometidos a los típicos clichés de la posmodernidad.

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El papel de los personajes secundarios no es menor respecto al de los protagonistas, encabezados por Kevin Spacey y Annette Bening. Un joven misterioso con cámara en mano a la caza de la belleza del mundo; un padre castrense y castrante que colecciona objetos nazis; una aspirante a Lolita liberada y presuntamente cachonda; y un exitoso amante, vendedor de bienes raíces.
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El tema predominante es el mismo desprecio por las máscaras sociales que se usan continuamente para convencer a otros (y a nosotros mismos) de nuestro lugar en la sociedad y, en un contexto más amplio, en la humanidad. También denuncia con igual ironía el hecho de que en muchas ocasiones esas máscaras acaban convirtiéndose en la realidad, con el individuo original perdido en el mar de actitudes, inseguridades y pretensiones que plagan el rol social. Kevin Spacey hace un gran papel como el padre de familia cansado de dichas máscaras, pero con tal apatía que no hace nada para cambiar las cosas. No sólo presenta convincentemente al personaje, sino muestra su evolución de forma plausible, todo ello caminando en la delgada línea que separa al Hombre de la caricatura. Bastará el deseo de cambiar la grisura de su existencia para que Lester consiga colapsar todo su entorno: ese microcosmos no soporta el enfrentamiento con otras posibilidades existenciales. Al tratar de ser feliz, de recuperarse a sí mismo, de reconquistar a toda costa su dignidad perdida, Lester inicia, sin saberlo, su propia destrucción y la de todos sus seres queridos. William Boyd dijo en una frase de su espléndida novela Playa de Brazzaville: “Nunca seas demasiado feliz”. Lester, sin proponérselo, traspasa las fronteras de lo aceptable y consigue un rato de felicidad completa, furtiva y transitoria como siempre, pagando un precio altísimo por ello.

Otro elemento que llama fuertemente la atención es la música; la banda sonora es muy eficaz en su tarea de puntualizar las emociones de los personajes y el dramatismo irónico de la trama. Las canciones que se usan no sólo ambientan perfectamente, sino que sirven de analogía a la personalidad de quienes las escuchan dentro de la trama. Memorable la escena con “American woman” de fondo musical.
Emparentada con pesadillas contemporáneas como El club de la pelea y Dogville, Belleza americana es una asombrosa cinta que logra una visión cínica y la vez cálida de la solitaria condición humana.

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1 comentario:
Se pudiera hablar de una trilogía involuntaria sobre el ser americano: Belleza Americana, Historia Americana X y Psicópata Americano. ¿Cómo ves?
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