jueves, 15 de noviembre de 2007

La Silla del Director

Belleza Americana
la insoportable búsqueda de la felicidad

Por Carlos Manuel Cruz Meza


Belleza americana
es una ácida crítica del sueño americano, donde con mirada sarcástica y desesperanzada se presenta a una familia burguesa de los suburbios de Estados Unidos, compuesta por un matrimonio desavenido y una confundida hija adolescente.

Dirigida por Sam Méndez y enmarcada en el cine independiente norteamericano, extrañamente acaparó los principales Óscares hace años. A la película no le falta nada: ni estética, ni contenido. Méndez expone, con notable virtuosismo, las modas derivadas; la mujer objeto, feroz militante de la autodisciplina del éxito; la pérdida del liderazgo masculino, y la contracara de un bucólico vecindario. La trama pone de manifiesto la hegemonía de las apariencias, carentes de sentido existencial; y más aún, carentes de afecto. En este "hogar, dulce hogar", sólo subsiste un vestigio iluminado de cariño cotidiano, acartonado por la rutina y las apariencias. Las riendas de la casa y de la familia no las lleva ni el padre, ni la hija, ni la mujer, sino las circunstancias que transforman a los personajes en esclavos de sí mismos, sometidos a los típicos clichés de la posmodernidad.

En el protagonista, el padre de familia encarnado por Kevin Spacey, se despierta la llama sagrada, es decir, la búsqueda desesperada por el sentido de la vida. Anclado en un pasado dorado, enmarcado en recuerdos y portarretratos, Lester Burnham intentará transitar el hoy a conciencia, aunque la mayoría de las veces no lo logre. En este sentido, podemos atestiguar cómo todos los protagonistas de esta cinta persiguen con desesperación una idéntica finalidad: ser felices. Como en otras cintas semejantes, pienso en Magnolia y, sobre todo, en Felicidad, los personajes principales se aferran con desesperación a la enésima esperanza, que se rompe y se fragmenta a medida que la Realidad los va convirtiendo en remedos de lo que alguna vez soñaron ser. Esto marca una diferencia con los personajes desesperanzados de filmes como Adiós a Las Vegas o La guerra de los Roses, que asumen su destrucción sin problemas.

Es notable la utilización de metáforas, pasajes oníricos y el fluir de la conciencia, como técnica utilizada por el protagonista, que opera como narrador testigo, y un meticuloso trabajo en la dirección de arte que, por ejemplo, cuenta con el detalle de reiterar los colores de la bandera estadounidense en todas las escenas clave.

El papel de los personajes secundarios no es menor respecto al de los protagonistas, encabezados por Kevin Spacey y Annette Bening. Un joven misterioso con cámara en mano a la caza de la belleza del mundo; un padre castrense y castrante que colecciona objetos nazis; una aspirante a Lolita liberada y presuntamente cachonda; y un exitoso amante, vendedor de bienes raíces.

Kevin Spacey es uno de los actores más complejos que trabajan en la actualidad en el cine estadounidense. Con esto no sólo quiero decir que es un actor brillante, sino que su personalidad evoca niveles de complejidad que van mucho más allá de las frías descripciones y diálogos del guión. Hasta hace poco parecía que este extraordinario actor iba a quedarse encasillado cómodamente en papeles secundarios de villano o genio. Es memorable su participación en la serie de televisión El astuto, donde encarnaba al criminal bipolar Mel Profitt; y en Seven, donde interpretó al psicópata John Doe. Hacía falta un papel como el de Belleza americana para consagrarlo definitivamente. Otras cintas donde aparece, como Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal o K-Pack, no han sido tan atendidas.

Es inútil tratar de describir con precisión Belleza americana. Baste decir que se trata de un estudio de dinámicas relacionales que toma la forma de una comedia negra, tal vez para suavizar un poco la ferocidad de los comentarios que se hacen sobre la disfuncional familia contemporánea y la sociedad que constituye.

El tema predominante es el mismo desprecio por las máscaras sociales que se usan continuamente para convencer a otros (y a nosotros mismos) de nuestro lugar en la sociedad y, en un contexto más amplio, en la humanidad. También denuncia con igual ironía el hecho de que en muchas ocasiones esas máscaras acaban convirtiéndose en la realidad, con el individuo original perdido en el mar de actitudes, inseguridades y pretensiones que plagan el rol social. Kevin Spacey hace un gran papel como el padre de familia cansado de dichas máscaras, pero con tal apatía que no hace nada para cambiar las cosas. No sólo presenta convincentemente al personaje, sino muestra su evolución de forma plausible, todo ello caminando en la delgada línea que separa al Hombre de la caricatura. Bastará el deseo de cambiar la grisura de su existencia para que Lester consiga colapsar todo su entorno: ese microcosmos no soporta el enfrentamiento con otras posibilidades existenciales. Al tratar de ser feliz, de recuperarse a sí mismo, de reconquistar a toda costa su dignidad perdida, Lester inicia, sin saberlo, su propia destrucción y la de todos sus seres queridos. William Boyd dijo en una frase de su espléndida novela Playa de Brazzaville: “Nunca seas demasiado feliz”. Lester, sin proponérselo, traspasa las fronteras de lo aceptable y consigue un rato de felicidad completa, furtiva y transitoria como siempre, pagando un precio altísimo por ello.

Anette Benning representa magníficamente a la esposa ensimismada en su mundo de ambición y apariencias, quien intenta llenar el vacío emocional con el sueño de ser una gran vendedora. La hija de este disfuncional matrimonio es la muy talentosa Thora Birch, quien junto con Mena Suvari demuestran ser actrices jóvenes con talento más allá de sus años.

Otro elemento que llama fuertemente la atención es la música; la banda sonora es muy eficaz en su tarea de puntualizar las emociones de los personajes y el dramatismo irónico de la trama. Las canciones que se usan no sólo ambientan perfectamente, sino que sirven de analogía a la personalidad de quienes las escuchan dentro de la trama. Memorable la escena con “American woman” de fondo musical.

Emparentada con pesadillas contemporáneas como El club de la pelea y Dogville, Belleza americana es una asombrosa cinta que logra una visión cínica y la vez cálida de la solitaria condición humana.




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1 comentario:

Unknown dijo...

Se pudiera hablar de una trilogía involuntaria sobre el ser americano: Belleza Americana, Historia Americana X y Psicópata Americano. ¿Cómo ves?