Suspenso. Intriga. Traición. Mentiras. Corrupción. Complot. Fraude. Tragedia. Todo en una sola película de la vida real…
¿Cómo demostrar de manera objetiva la construcción del fraude electoral del 2006?
Luis Mandoki lo hace. ¡Y lo hace cabronamente bien!

Fraude es una película. No es un programa de televisión. No es un reportaje. No es un comercial. Es un gran documental en el que la calidad fotográfica y los formatos pasan a segundo plano para mantenernos con la boca abierta y llenarnos de coraje colectivo durante toda la función.
Enfrentarse a un tema así, como director, resulta prácticamente imposible. Más allá de lo peligroso del tema, pensar en capturar el material, recabar información, mostrarla en imágenes, organizarla. Cosa de locos. A cualquiera se le iría de las manos.
Luis Mandoki contó con un impresionante equipo de trabajo entregado al proyecto más que cualquier profesional asalariado: el pueblo mexicano. Con cámaras caseras, portátiles, celulares, de todo lo que se tenía al alcance, cientos de miles de ciudadanos grabaron los hechos en todo el país. Individualmente, no se les hizo mucho caso. ¿Qué puede hacer una camarita? Si acaso la máxima proyección sospechada sería subir la imagen al YouTube o algún sitio de Internet de resistencia y ya. Pero no. Ese gran equipo de filmación tenía un director: un Luis Mandoki que se topó con más material del que podría esperar. Con miles de corresponsales y cámaras prácticamente en cada casilla o punto de conflicto.





Esta vez, Fraude llega a los cines. A la gran pantalla. Y llega ofreciendo ver lo que la televisión no muestra: la verdad. Y me agrada mucho que el crédito principal y de letras grandes sea: “Una película de millones de mexicanos”, pues no se trata simplemente de un slogan publicitario, sino que hace honor a quienes de verdad hicieron la película y construyeron una nueva forma de hacer cine, un cine hecho por las masas. Un concepto de cine democrático. Un grito de millones que requieren atención.

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